San Antonio María Claret

Su modo de seguir a Jesús y su vida entregada a la misión evangelizadora son para nosotras fuente de espiritualidad y estilo de misión.

 

 

San Antonio Maria Claret nació en la “villa de Sallent” - Barcelona en el año 1807 en una familia muy católica. Sus padres se llamaban Juan Claret y Josefa Clará, “casados, honrados y temerosos de Dios”. Allí aprendió las primeras oraciones, su devoción a la Santísima Virgen María,  el amor a la eucaristía y al trabajo. Su familia tenía una pequeña fábrica de tejidos, donde Claret siendo niño comenzó a ayudarles. Muy pronto descubrió su habilidad para el diseño de los tejidos. A los 17 años de edad  pidió a su padre que le enviara a formarse en el arte textil en Barcelona. Demostró una cualidad brillante en el manejo de los dibujos y bordados lo que le llevó a contactarse con los grandes fabricantes que se interesaron por su trabajo.

Su padre puso en él toda su confianza para progresar en la fábrica familiar pero Claret no estaba contento, no le satisfacía todo lo que estaba logrando. No llenaba su inquietud y decidió alejarse totalmente de todo,  entrar en un monasterio de monjes Cartujos. Contó a su padre este deseo sabiendo que le causaría una gran pena, pero su padre entendió, aceptó y le apoyó en su inquietud vocacional. Le sugirió que lo tome con calma para discernir mejor la voluntad de Dios en su vida.

 
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Fue ordenado presbítero el 13 de junio del año 1835, visitaba las poblaciones a pie, predicaba y escribía y enseñaba el Catecismo para la gente. Su equipaje consistía en un hatillo, donde tenía todo lo que necesitaba para su viaje.  Se dio cuenta que solo no podía hacer mucho en esta obra Dios, entonces fundó la Congregación Hijos del Inmaculado Corazón de María, conocido como claretianos. Al poco tiempo fue nombrado Arzobispo en Cuba donde se entregó por entero a la misión en medio de las dificultades.

Fue nombrado confesor de la Reina Isabel II y en esa circunstancia aprovechaba para continuar con la evangelización. Su vida misionera encontraba cualquier medio para hacer conocer, amar, servir y alabar a Jesús. Hasta morir desterrado en Francia en el año 1870 el 24 de octubre en la abadía de Fontfroide.

 

 

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